El arte ha evolucionado a través de la historia en cuanto a técnicas y materiales, pero el principal impulso de esta evolución son los ideales. Estos nacen a partir de movimientos de la época que, junto a la cultura y la sociedad, forman nuevos estilos para brindar una nueva perspectiva de las obras. El arte clásico es caracterizado por poseer dos elementos: la obra y el artista, pero a partir del Renacimiento –época en la que inicia el reconocimiento del hombre, desplazando a la Iglesia– se considera un tercer elemento que da mayor sentido a la obra: el observador, que, según Giulio Carlo Argan, es “necesario para la existencia misma del arte” (1955, pág. 275). En esta época, también se descubre la perspectiva como forma de expresión, la cual permite la integración del público, pues empieza a mostrar pinturas de tal forma que el espectador pueda imaginarse dentro de la escena. Luego, surge otra manera de interacción con el arte, una técnica muy curiosa llamada anamorfosis. El anamorfismo, o anamorfosis, consiste en un juego de perspectivas. Se trata de una imagen que sólo es comprendida por el espectador desde una posición específica; es una manipulación de la obra para que el observador busque la ubicación correcta en donde la imagen cobra sentido. En algunas obras, en vez de situarse en el lugar correcto, es necesario el uso de un objeto que pueda reflejar la imagen. Según la revista iHistoriArte, el primer uso de esta técnica data del Quatroccento, por Leonardo Da Vinci, quien dibujó la cara de un niño (2013, medio electrónico); que al verlo de frente, parece ininteligible, pero al girar la imagen de manera tridimensional, es posible ver el rostro. Podríamos decir que el anamorfismo es un tipo de ilusión óptica, pero en vez de desviar nuestra atención visual bidimensionalmente –como suelen hacer las ilusiones ópticas tradicionales–, la desvía tridimensionalmente, porque resulta necesario girar el plano geométrico donde se modela la obra. Se trata de un cambio en la forma convencional de observar una imagen, ya que aproximándonos paralelamente, como solemos hacer, jamás seremos capaces de reconocer la figura. Uno de los artistas contemporáneos más famoso por sus obras con uso del anamorfismo es el británico Julian Beever, que, con algunas tizas, hace dibujos tridimensionales en medio de la calle. Su arte realista capta la atención de los peatones, quienes, gracias a la anamorfosis, se mezclan con el dibujo y suelen tomarse fotos dentro del mismo, incluyéndose en la escena de la imagen creada. En estas fotos queda plasmada la gran relación obra-observador. Por: Andrea Pérez Balbi
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Abril 2021
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