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​LA CUADRA UNIVERSITARIA

Misión Imposible y Tom Cruise, Propiedad e identidad

8/31/2018

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​El individuo está fascinado con el concepto de propiedad. Desde la antigua Grecia se elaboraron leyes para delimitar lo que constituía la propiedad de alguien, y los romanos lo perfeccionaron. Podemos definir muchas veces que constituye nuestra identidad como personas al determinar qué es nuestro y qué se encuentra bajo nuestro control. Tal vez, en algunas ocasiones, necesitamos crear para poder manifestar nuestros pensamientos en algo tangible. El filósofo Sören Kierkegaard argumentó en innumerables ocasiones que no podíamos quedarnos de brazos cruzados pensando sobre el estado del mundo: debíamos salir y tomar acción, a fin de poder crear algo que fuese nuestro y vivir una vida plena.
Estos conceptos se aplican muy bien al artista como lo entendemos tradicionalmente. Un pintor como Picasso puede crear una obra de arte que expresa sus pasiones internas de manera que nadie pueda imitar. Cuando vemos un cuadro de Picasso, podemos pensar: “Este cuadro le pertenece a Picasso, nadie más haría algo así”. Pero la verdad es otra. El arte no tiene sus orígenes de una forma tan nítida. Durante la época del Medioevo, era común encontrar talleres de artesanos trabajando bajo un líder común, dictando órdenes de cómo generar arte en masa para encontrar una remuneración monetaria. Durante este período, el arte no se identificaba ni se apropiaba mediante la expresión estética, sino mediante el abarcamiento de recursos.

Hollywood, la nueva metrópolis del arte, la cúspide del séptimo arte, siempre ha estado asociado a un estilo similar al arte del Medioevo. Los estudios tienen un deber de satisfacer al público, y de la misma forma que se comisionaba por tener un número de diez potes de cerámica idénticos, las casas y estudios forman contratos para producir un número definido de películas anualmente. Obtener la propiedad del arte, el generar una obra que resalte por encima de todas las cabezas y todo el ensamblaje de la película en sí es una labor que tomaría años en ser perfeccionado.

Es aquí donde se puede observar la técnica de Tom Cruise, quien ha usado la serie de Misión Imposible no sólo como un medio para obtener ganancias tangibles, sino como el instrumento que ayudaría a definir su carrera y su imagen pública a través de los años. Lo que inició como la serie de Bruce Geller creada en medio de la crisis de confianza exhibida por la Guerra Fría se convertiría en el vehículo de un actor para presentarse ante el mundo.
 
El Derrumbamiento de las Estructuras

Misión Imposible no es, ni nunca va a ser, el ejemplo primordial de una serie que sirve como un vehículo de propaganda para un actor o una idea. Sin embargo, es uno de los ejemplos más interesantes. Surgiendo como una propuesta entre Cruise y Paula Wagner, Misión Imposible entró en producción a finales de la década de los noventa. Su primera entrega sería dirigida por Brian De Palma, un director de la nueva ola de Hollywood acostumbrado a dirigir películas de suspenso psicológico con ensamblaje y edición rápida y compleja. Desde el principio, Cruise tomó el control de la forma en que sería dirigida, incluyendo escenas de acción como la explosión de un acuario o una pelea climática en trenes de alta velocidad con el objetivo de asegurar que las audiencias vieran la película.

Lo que antes había sido una serie sencilla enfocada en un grupo de agentes que trabajan en conjunto para capturar a alguien mediante el sigilo y la destreza se convertiría ese verano en una película enfocada sólo en su protagonista (el equipo de la serie original muere en los primeros quince minutos, de hecho), con un mayor énfasis en la clase de dinamismo que era popular en esa década. Debido a su buena recepción, Cruise se aseguraría que el director para la secuela fuese alguien versado en el arte de acción rápida e intrigante: John Woo de Hong Kong sería el elegido. Con un mayor número de persecuciones y confrontaciones explosivas que fueron desarrolladas antes de tener un guión preparado, la nueva dirección de la serie estaba marcada. Cruise se había convertido en una de las nuevas estrellas de acción de los años 2000.

Sin embargo, a pesar de intentar mantener el curso de nuestras vidas bajo control, la realidad se sigue interponiendo. Los siguientes años, aunque no devastadores para Cruise, serían lo suficientemente cruciales para afectarlo negativamente. Un cúmulo de sucesos, incluyendo entrevistas desastrosas y el largo lapso entre una secuela y la siguiente se asegurarían que Misión Imposible III tuviese la peor recaudación monetaria de la franquicia. Después de esto, la asociación Wagner/Cruise se desintegró poco a poco, y Paramount perdería bastante confianza en la habilidad del protagonista en seguir manteniendo el proyecto vivo.
 
La Reinvención

En medio de un mar turbulento, sacarle orden y lógica al caos sigue siendo una virtud. De la misma forma que Hollywood es una versión actualizada del arte del Medioevo, la esencia de convertir nuestras creencias en algo concreto sigue siendo una estrategia viable para subsistir en el entorno creativo. No es de sorprenderse que Cruise aplicase este mismo principio para levantar la franquicia nuevamente hacia su segunda mitad de manera exitosa.

Con la ayuda de Brad Bird, conocido por Los Increíbles, Ratatoille y El Gigante de Hierro, Cruise encontró a un director suficientemente novedoso y a su vez carismático con el cual pudiese trabajar. La dirección de la cuarta entrega, Protocolo Fantasma, contiene todos los elementos clásicos del serial original: un equipo de agentes se unen para evitar una guerra nuclear usando sus artimañas e inteligencia por encima de simple habilidad. Pero una vez más, el aspecto más resaltante de la película sigue siendo Tom Cruise. Las audiencias siempre mencionarán la escena más famosa de la película en la cual su protagonista escala el Burj Khalifa sin ninguna clase de protección o el uso de pantalla verde para disfrazar la falta de autenticidad. De alguna forma, la película todavía se enfocaba en Cruise y su habilidad en brindar a la audiencia escenas de acción irresistibles, pero cubriéndolas con un sabor más tradicional para aplacar las ansiedades colectivas con respecto al futuro de Misión Imposible.

Christopher Mcquarrie sería no sólo un guionista en Protocolo Fantasma, sino que se convertiría en el director de la quinta y sexta entrega. Hoy en día es considerado como un director de renombre, brindando películas de acción mencionadas con la misma reverencia de clásicos como Duro de Matar. Debido a su atención al detalle, es capaz de brindar escenas altamente complejas como una operación de francotiradores con tres puntos de referencia distintos, comprimidos en un teatro de ópera. A lo largo de varios meses, este tipo de escena es perfeccionada, a fin de brindarnos una escena que sea entendible, guiando a la audiencia sutilmente hasta que el punto de ebullición sea palpable.
​
Tras el estreno reciente de la nueva película, Misión Imposible ha alcanzado un nivel de reconocimiento crítico y financiero exorbitante, un torbellino de tramas aceleradas y peleas dinámicas cuyo futuro se ve bastante prometedor. Mediante la sutil dirección “detrás de escenas” de Cruise, el actor ha logrado escoger a las casas de producción, los directores e inclusive los actores que más le benefician a cultivar no sólo sus ganancias, sino su imagen pública. La identidad de Cruise ya no radica en su mundo interno, sino sobre sus acciones en el externo.
 
Conclusión

La franquicia de Misión Imposible hoy es asociada con el nombre de Tom Cruise, y no es de sorprenderse: la serie es paralela a la vida personal del actor. Cuando sus errores se magnifican, las películas son repudiadas, mientras que los críticos la adoran a la vez que la vida de Cruise se estabiliza. Es un ciclo de retroalimentación, cada una ayudando a la otra a mantenerse en una misión que no parece tener fin y que las audiencias no parecen estar dispuestas a dejar atrás.
​
El concepto de propiedad muchas veces se determina con lo que creamos. Sin embargo, aquello que es adquirido por nosotros también puede llegar a formar parte de nuestra identidad como persona, si es refinado por suficiente tiempo. La identidad, la propiedad y todo aquello que sea considerado como nuestro, es muy similar al arte: no existe un concepto claro, pues cambia con los tiempos.

​Por: Gustavo Alberto Aveledo
​
@CowsNChaos



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