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¿Culpable o inocente? ¿Qué hacer en ese momento cuando la decisión de juzgar y decidir el destino de alguien está en tu palabra? Realmente, debido a la incomparable subjetividad racional de cada uno de nosotros como seres humanos, el tema de llevar a cabo la objetividad en la Justicia se ha tornado complicado, dificultad que no es para nada reciente sino que tiene todos los años del Derecho per sé.
La Justicia está definida de la siguiente manera: “Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”. Ahora ¿Cómo se llega a la decisión unánime establecer esto que a cada uno le corresponde? Es en ese preciso momento donde La Ley cumple su rol primordial e indispensable en nuestra caótica, maravillosa y cruda realidad llena de enormes injusticias por parte de aquéllos que deciden obrar a través de un bien egoísta que perjudica a un tercero.
Sin embargo, cuando ese tercero viene siendo alguien cercano a nosotros, es cuando el juicio puede tornarse en un giro de ciento ochenta grados, debido a esto, ningún Juez de la corte puede realizar un juicio a algún familiar, un Doctor no puede operar a alguien de su misma sangre y así sucesivamente porque, cuando las emociones entran en juego, la razón puede tomar un camino totalmente diferente. Un caso así se plantea en la obra dirigida por el primer actor venezolano Héctor Manrrique quien, a pesar de sumar un paro cardíaco a su larga trayectoria sobre las tablas, continúa sorprendiendo a todo su público con una pieza teatral adaptada de la obra del dramaturgo alemán Ferdinand von Schirach, historia que hará a más de uno mirarse ciento de veces con sus compañeros de fila y cuestionarse incontables veces qué es correcto hacer en esa peculiar situación tan polémica. Bajo el nombre de Terror, la obra narra la historia del Mayor Lars Koch, alemán que tomó una difícil decisión. Un avión comercial con 164 pasajeros a bordo es secuestrado por un terrorista, su intención es estrellarlo contra un estadio con 70.000 espectadores. Para impedirlo, un mayor del ejército alemán decide derribar el avión, acabar con la vida de los pasajeros, vidas inocentes, para evitar una tragedia mayor. ¿Es este militar culpable de las muertes? ¿Es inocente? ¿Debería ser condenado o liberado de toda culpa? El espectador es quien decide, tú eres el jurado de esta atroz tragedia. ¿Qué hacer en esas circunstancias? Para resumir un poco sin intenciones de spoilear a ustedes los lectores, es en esta polémica situación donde el recurso legal y argumental de El Mal Menor cae como anillo al dedo. A éste se le puede definir claramente a través del siguiente ejemplo: “Imagina que tú controlas las vías férreas y estás observando como un tren sin frenos se avecina rápidamente hacia un hombre que no está viendo lo qué está sucediendo. Tienes el poder de cambiar la dirección de la máquina para que tome otra vía, sin embargo en ella se encuentra toda una familia de cinco personas, ¿Qué harías?” El mal menor se catalogaría como esta decisión que, aunque no deje de ser un pecado humano, disminuye en daños colaterales pues ambas situaciones no prometen un resultado favorable ni asegura que ambos grupos salgan ilesos. Ahora, esto se puede tornar un poco más difícil. Planteemos hipotéticamente que el señor que está en la vía principal es tu padre, ¿Complicado no? Obviamente la decisión será a favor de salvar a su familiar, sin embargo toda la inocente familia de cinco moriría trágicamente. ¿Polémico no? Sin duda alguna son en esos momentos donde la psicología le juega una excelente mano a nuestra concepción ética, cuando las emociones se interfieren en la razón, esta puede llegar a tomar una decisión totalmente opuesta a la original. ¿Ustedes qué harían?
Por: Jesús Alfonso Hernández
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Septiembre 2020
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