La historia de la arquitectura nos cuenta que cada nuevo estilo es resultado de eventos de índole social, política y/o religiosa. Se producen nuevos movimientos que suelen presentarse como protesta a algún abuso de poder o una forma de injusticia; o en caso contrario, como un apoyo a estas iniquidades, por ejemplo: la Contrarreforma, que buscó recuperar a los fieles que había perdido con la Reforma de Lutero. Para comprender un nuevo estilo, es necesario ubicarnos en su contexto histórico y geográfico.
Durante el siglo XVIII hubo un evento que marcó la forma de vivir del hombre y, por tanto, su hábitat, es decir, la arquitectura; éste fue la Revolución Industrial. La invención de la máquina de vapor es la que da pie a una etapa de industrialización que produjo un avance tecnológico de rapidez acelerada. Por otra parte, no podemos olvidar que, durante este siglo, también se desarrolla la Ilustración; una era en la que el hombre se vuelve más consciente de sí, se deja guiar por la razón, se acerca más a la ciencia y se aparta más de la Iglesia.
Con todos estos cambios, se postula un nuevo estilo con la intención de variar los lineamientos antiguos: el neoclasicismo. Esto fue parte de las nuevas ideas que trajo la Ilustración y el deseo de innovar gracias a las nuevas facilidades de producción que tuvo como consecuencia la Revolución Industrial. Esta última inicia en Inglaterra, y aquí, la respuesta neoclásica fue, según lo indica Spiro Kostof, el Neo-Palladianismo, que consistió en exponer un “idioma universal representativo de la libertad que fuera expresión del presente democrático e ilustrado de la nación” como “respuesta propiamente inglesa a la arquitectura del absolutismo y de la Iglesia Católica.” (Kostof, 1985, pág. 961). El hombre, al tener una nueva visión del mundo, redescubre la naturaleza “en su estado de crudeza y desnudez.” (Kostof, 1985, pág. 955), el descubrimiento de las leyes naturales permite observar el entorno ya no como algo mágico, sino como algo que podía ser medido y estudiado. Esto fue gran influencia en Etienne L. Boullée, teórico y arquitecto francés del siglo XVIII, quien decía: “es indiscutible que no hay idea que no derive de la naturaleza” (1790, pág. 345); se hizo consciente de la gran influencia que tenía el entorno sobre las creaciones, las ideas no eran resultado de algo místico, no provenían de algo divino, eran consecuencia de la observación. A través de la historia resulta claro que la arquitectura de cada tiempo es resultado de sus acontecimientos y las nuevas formas de pensamiento, pues su concepción siempre es influenciada por lo que la rodea. Sin embargo, aun cuando existe un proceso de cambio del cual nacen nuevos estilos, éstos, a pesar de tener el propósito de marcar una variación, siempre respetan los precedentes clásicos, no se trata de una oposición a los órdenes antiguos –aunque exista una “batalla” (Kostof, 1985, pág. 973) entre sus seguidores y los postulantes del nuevo estilo–, sino de reinterpretaciones que lo que quieren es expresar las nuevas ideas de la época, los sentires del momento, lo que Boullée llamaría el “carácter” (1790, pág 345) para permitir la comprensión del espectador en cuanto a lo que significó la creación de la obra.
Por: Andrea Pérez Balbi
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Septiembre 2020
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