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En los siglos pasados, las personas no disponían de aplicaciones móviles que les recordaran las fechas de los cumpleaños de sus seres queridos, ni los estudiantes tenían teléfonos inteligentes en los que pudiesen consultar dudas académicas en cualquier momento. En este sentido, se utilizaba mucho más la memoria.
Anteriormente, para evitar que se olvidaran las cosas, se utilizaban frecuentemente las agendas y los post-its, esto no quiere decir que ya no se usen, pero, ciertamente han surgido otras alternativas más tecnológicas que han disminuido el uso de los métodos analógicos.
Las nuevas herramientas para evitar que se nos olviden las cosas no solamente incluyen aplicaciones digitales, sino también el internet, incluyendo las redes sociales. Los métodos utilizados actualmente para organizar nuestro día a día son una versión más moderna de las agendas, por decirlo de alguna manera, sin embargo, el internet sí que ha cambiado nuestra forma de aprender y memorizar las cosas. Varios estudios han demostrado que, ante una pregunta sencilla, las personas prefieren buscar la respuesta en internet antes que confiar en su memoria y explicar lo que recuerdan. Es decir, no solo dudan de sus capacidades para retener información, sino que tampoco hacen el esfuerzo de recordar. Restarle importancia al hecho de memorizar las cosas no es una idea descabellada, ¿por qué las personas se preocuparían por memorizar información si en cualquier momento la pueden buscar en internet? En realidad, la web 2.0 como un medio para investigar o verificar información no está mal en lo absoluto; el problema es que inclusive se pierde la voluntad de recurrir a la memoria para recordar cosas que en realidad sí sabemos, es decir, dejamos de confiar en nuestros propios conocimientos, lo cual puede traer consecuencias para nuestra salud. Con el tiempo, nos hemos vuelto muy dependientes del internet, pero, ¿hasta qué punto lo seguiremos permitiendo?
Por: Ana Isabel Ramírez Fernández
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Septiembre 2020
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