Intimidad, ¿Cosa del pasado?

Intimidad, ¿Cosa del pasado?

Empecemos por lo básico, la intimidad es definida por la RAE como “la zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia[1]”. ¿Crees que has compartido algo de tu zona en internet, recientemente?

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), declaró el acceso a Internet como un derecho básico de la humanidad, es decir, todos los países deben ahondar en esfuerzos por lograr una mejor conectividad, tanto en cobertura como en velocidad, democratizando el Internet para permitir el desarrollo sostenible de las naciones en forma equitativa.

Sin embargo, el tema de la hiperconectividad presente y futura, nos trae una disyuntiva desde dos puntos de vista, respecto a la intimidad:

  1. Demasiada exposición online, nos priva de nuestra intimidad, al punto de generar ansiedad en cualquier decisión de generar interacciones con plataformas virtuales, ya sea desde una compra online hasta una simple publicación en cualquier red.
  2. Demasiado control, puede coartar la libre expresión e ir en contra del derecho de conectividad básico para la humanidad.

Un ejemplo.

Un niño de 14 años abre su cuenta en Facebook. Sus padres se muestran preocupados por los riesgos que corre el niño en Internet. El niño agrega a muchas personas, en menos de una semana tiene 100 amigos en su perfil de Facebook, y empieza a publicar cosas de su día a día: su camino en la ruta, el colegio, horarios de salida, barrio, etc. Aún se encuentra en algunos países abierto el debate si los padres pueden o no violar la privacidad del menor, o hasta qué edad es válido ejercer control sin incumplir la ley, así el fin sea protegerlo.

1. Demasiada exposición de la intimidad online

Entendamos que los niños, niñas y adolescentes tienen una habilidad innata para entenderse con la tecnología, está en su ADN la capacidad de manipularla a la perfección, pero ¿sabemos si están cometiendo algún error que ponga en riesgo su zona reservada o la de su familia y amigos?

Según Internet Watch Foundation (IWF) el 96% de los niños abusados sexualmente de forma online toman las fotos o comparten video desde su propia casa o entorno familiar[2]. Esto demuestra que demasiada exposición no solo pone en riesgo información básica de nuestra esfera íntima, sino que les facilita a personas malintencionadas abordarnos a un clic de distancia.

Otro ejemplo son los casos de actores o figuras públicas que han sido víctimas de violación a su privacidad por hackers que entran a sus dispositivos y publican fotos tomadas pensando en la seguridad de la falsa intimidad.

2. Demasiado control

Si bien, hay cosas que no debemos publicar porque hacen parte de nuestra esfera privada o intima. Estamos en derecho de hacerlo debido a nuestra libre expresión. Esta paradoja puede verse más confusa ante la opción de controlar o no.

Algunos países han restringido el acceso a internet o portales web como medida de ciberseguridad, siendo considerado como una amenaza al derecho de acceso a internet. Acá el reto es que se respete la decisión del usuario. Si decides hacer algo público que no esté relacionado con fines malintencionados puedes hacerlo. Pero si decides mantener algo privado, como imágenes en tu celular o almacenamiento en la nube así debe permanecer hasta que tú lo decidas dentro de tu libre expresión.

Recomendaciones

El objetivo general de los estados es respetar el derecho de acceso a internet y cuidar de nuestra privacidad, sin embargo, nosotros somos el primer filtro, debemos saber con quién compartir algo y con quién no. Por ejemplo, redes como Facebook dan alternativas para que nuestras publicaciones sean vistas de forma restringida únicamente a nuestros amigos, personas seleccionadas o grupos privados.

Recuerda pensar antes de compartir si estás a punto de revelar algún detalle que le dé el poder al mundo de acceder a tu zona espiritual reservada, y si tienes dudas, mejor no publiques.

Por: Pablo Alejandro Montañez Salas
@NoSoyJuanPa

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