Uno de los problemas ambientales más graves y principalmente causado por el hombre es la pérdida de la biodiversidad. Existen varios factores que causan esta pérdida, pero lo más preocupante son las consecuencias, ya que al extinguir especies estamos perjudicando la nuestra. Al escuchar las palabras “problema ambiental” la mayoría de las personas podría pensar en la contaminación, pero la realidad actual consta de razones con mayor impacto en la pérdida de la biodiversidad. La primera, bien conocida, es el deterioro de los hábitats naturales; la transformación de selvas, bosques, junglas, en espacios para la industria, las ciudades y la agricultura son sólo algunos ejemplos. La segunda razón, en cambio, no es tan conocida; esta es la introducción de especies a un ecosistema diferente del de origen. El problema no se presenta con las especies introducidas –que como no pertenecen al nuevo territorio, son consideradas exóticas–, sino cuando éstas causan un desequilibrio en el ecosistema, pues necesitan deshacerse de especies nativas para poder adaptarse a su nuevo hogar. Es así como pasan de ser especies exóticas (que se adaptan sin representar una amenaza para el ecosistema) a ser especies invasoras (que se adaptan perjudicando al ecosistema). Estas especies pueden aparecer de manera accidental o deliberada, algunas de las causas son: la globalización, que ha permitido la facilidad en el traslado de animales y plantas por todo el mundo; el tráfico ilegal de animales –uno de los negocios ilícitos más practicados en el mundo–, que motiva la comercialización de animales a través de casi cualquier medio de transporte; la compra de especies exóticas que luego son abandonadas en el medio natural; la introducción intencionada por medio del hombre para la explotación de la nueva especie, entre otras. A las especies invasoras se les consideran plagas debido a su adaptación y colonización del nuevo ambiente, ya que no hay especies que las depreden y las mitiguen; también por su alto nivel de reproducción, y su posible condición patógena. Su presencia ha sido causa de la extinción de múltiples especies. Además de afectar la biodiversidad, en consecuencia también afecta la producción de alimentos y la economía. Un ejemplo es el caracol gigante africano (achatina fulica), presente en el Jardín Botánico de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y en otras regiones del país, que según la Asociación Venezolana de la Industria de Salud Animal (Avisa) “es especialmente dañino para cultivos de cacao, café, caraota, yuca, lechuga, repollo, maní, lechosa, pimentón, naranja, maíz, cambur, pepino, tomate y zanahoria, plantas ornamentales, pastizales y alimento concentrado para mascota” (2017, pág. web). Este caracol se considera una plaga establecida en Venezuela; según el biólogo Salvador Boher-Bentti, ya no existe la posibilidad de eliminarlo, a este nivel sólo puede ser aplacado. Es indispensable tomar consciencia de esta situación, sobre todo si se forma parte de esos grupos de personas fanáticas de introducir especies exóticas a nuestros ecosistemas nativos. En este sentido, es importante instruir a las personas que trabajan en la caza o la pesca sobre el daño que las especies invasoras pueden causar, para que así no motiven su inserción en nuevos ambientes. La solución a este problema no es sencilla. Se deben realizar estudios previos para ejecutar planes de acción que no motiven la proliferación de la especie invasora, y que no representen una amenaza para la vida de las especies nativas. Por lo tanto, es necesaria la intervención de los entes responsables de la conservación ambiental, o en su defecto, la creación de nuevas organizaciones comprometidas con la ecología. Por: Andrea Pérez Balbi
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Abril 2021
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