Prosiguiendo con el artículo que dejamos a medias en nuestra última lectura, en segundo punto, esta heterogeneidad presente en Latinoamérica complica en gran medida la consecución de acuerdos y consentimientos. Este panorama sugiere considerar que estas distintas organizaciones no tienen como fin producir una integración latinoamericana real, sino construir una estructura política que permita la consideración y deliberación acerca de tópicos específicos de la región. Comenta Bourse (s.f.): A su vez, la proliferación de organismos multilaterales en América Latina en la última década, con marcadas diferencias, conceptualizaciones divergentes sobre la realidad y el futuro de la región, que dificultan incluso la coordinación de políticas y la obtención de consensos entre sus países, genera un contexto de heterogeneidad que es difícil de comprender, y costos para diversificar esfuerzos de incidencia por parte de las OSC. Además, daría la impresión de que no se trata tanto de generar una verdadera integración, sino establecer mecanismos políticos para abordar temas puntuales y manejar conflictos regionales y subregionales. (p. 302). Con lo anteriormente expuesto se entiende la imposibilidad de concebir, al menos en su totalidad, de manera homogénea a la región. Con esta idea también concuerda Hugo Achigar, quién además, añade otra característica de la heterogeneidad en Latinoamérica, la existencia perenne de culturas hegemónicas en la región que se realizó de modos divergentes entre sí. Contrario a la concepción de Carlos Rangel (1976), los procesos históricos que se llevaron a cabo en Latinoamérica no fueron homogéneos ni uniformes, si bien es cierto que se corresponden algunas características similares, la heterogeneidad debe ser un tópico principal para describir y analizar a la región. En el mismo artículo de Achugar, se menciona que Antonio Cornejo Polar, consideraba que si los propios países son culturalmente heterogéneos de manera interna, ¿cómo no iban a serlo en comparación con otros? La diversidad latinoamericana también se observa, como se expresó con anterioridad, en los caminos al desarrollo al que han optado los que conforman de la región. No obstante, lo analizado previamente no permite manifestar de forma contundente lo que es debido a esta heterogeneidad cultural -que afecta a lo económico y político- la cual no se ha logrado conformar un organismo entre los Estados que logre superar la particularidad y se concentre en servir como catalizador para el desarrollo verdadero de la región. Esto se debe a que dicha conclusión implicaría considerar a América Latina como la única región con heterogeneidad, cuando se tiene a Europa, por lo menos, como una región también heterogénea. Por consiguiente, la diversidad cultural en el continente no puede considerarse como único factor que no permite la cohesión organizacional con miras al desarrollo de la región. El mismo Mercosur es, en sí, heterogéneo. Por consiguiente, el objetivo a lograr no debería ser erradicar tales divergencias entre los países que conforman Latinoamérica, puesto que este es el objetivo de aquellos que predican un nacionalismo extremo, son quienes defienden que formar parte de una asociación internacional significaría ceder parte de la soberanía nacional. De allí que lo más adecuado sea traspasar esa barrera ideológica, y constituir una identidad más acorde con la realidad latinoamericana, es decir, una con rasgos heterogéneos y plurales que además pueda llegar a ser democrática (Achugar, s.f.). El reto de Latinoamérica para poder adoptar esta concepción de identidad cultural requiere entonces, concuerda Achugar, que la región logre disminuir la importancia que tiene el pasado para lo que sucede en el presente. Todo esto con la finalidad de conformar asociaciones con fines comunes a largo plazo, y no particularidades momentáneas. Sin embargo, esa integración es efecto posible, independientemente de lo diversos que parecen ser los niveles de crecimiento económico entre los mismos países que forman parte de la región. La integración heterogénea puede producirse en Latinoamérica, no es necesario que absolutamente todos los países formen parte de los acuerdos, o distintos procesos de integración que se realicen. Con la economía como base para la consecución de consensos, han logrado consagrarse Tratados de Libre Comercio con la Unión Europea, Cánada y los Estados Unidos. La carencia principal que se observa entonces en los intentos regionalistas en América Latina son, como se mencionó previamente, los problemas que surgen para mantener los equilibrios de las aspiraciones regionales. El problema de la soberanía nacional, así como la ausencia de un proyecto político con miras a largo plazo no permiten que se pueda gestar una auténtica integración. Comenta Carlos Portales (s.f.): Una determinada definición de región (…) no sólo tiene implicancia para las relaciones con terceros, sino para los equilibrios internos de cualquier proyecto regional. En todo caso, ninguno de los actuales proyectos de integración regional recibe contribuciones substantivas de uno o más Estados para proveer los bienes públicos comunes necesarios que cementen una sólida unión regional. (p. 62). Como consecuencia de lo expuesto en este escrito, no sorprende entonces que el regionalismo latinoamericano actual se presente de forma bastante dilatada, debido a que los intentos por lograr una integración han partido desde la política con graves carencias institucionales. Los mitos y la manera de hacer política sin argumentos, que describe Carlos Rangel (1976) en Latinoamérica se ha trasladado a los planes de integración. Lo que genera un vacío importante entre los consensos realizados que finalmente se traduce en hechos vacíos que no permiten relaciones eficientes. Sin embargo, la integración podría ser posible, no bajo el argumento del fracaso de Rangel, sino bajo acuerdos multilaterales que respeten la identidad heterogénea de la región. Sebastián Peláez Freites
Lic. Estudios Liberales @PelaezFreites |
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Septiembre 2020
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