Cuando se trata de color, es común asociar el azul con una temperatura fría y el rojo con una caliente; en el lenguaje fotográfico afirmar tal relación es un error garrafal.
En primer lugar, el color se define como las ondas de luz que no son absorbidas por los objetos. En este sentido, en el ámbito de la fotografía es esencial, dado que la “materia prima” de este arte es la luz. Asimismo, se debe tener en cuenta que en este ámbito los colores primarios son el azul, el verde y el rojo, no el amarillo, azul y rojo como lo es en otras artes.
Los colores pueden clasificarse en cuatro categorías según su función en la fotografía: pictórico, psicológico, simbólico e histórico. Es necesario tener esto en cuenta para comprender a lo que la temperatura del color se refiere. Si bien es cierto que el rojo, naranja y amarillo son colores cálidos, mientras que el azul, violeta y verde son fríos, esto no se refiere a la temperatura, sino a la carga psicológica que estos colores poseen. En 1848 William Thomson, mejor conocido como Lord Kelvin, descubrió que el color de la luz de un cuerpo que es calentado con fuego, cambia según la temperatura a la que este se caliente, siendo de tonalidades azules cuando está más caliente (menos longitud de ondas) y de tonalidades rojas al estar más frío (más longitud de ondas). Puede resultar un poco confuso, pero simplemente se trata de asimilar que en cuanto a temperatura medida en grados Kelvin, las tonalidades azules corresponden a temperaturas elevadas, mientras que las rojas a temperaturas bajas. La temperatura del color ayuda a determinar ambientes y crear contextos, por ende es de suma importancia tener este concepto claro, de manera tal que cuando alguien solicite determinadas temperaturas del color estas puedan ser ubicadas correctamente en la iluminación y no sean confundidas por su carga psicológica.
Por: Ana Isabel Ramírez Fernández
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Septiembre 2020
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