Nos encontramos frente a uno de los artistas más proclamados de la historia en lo que respecta a finales del siglo XIX y principios del XX, pues es Claude Monet el más reconocido representante de uno de los movimientos artísticos más populares, el de la espontaneidad, los colores y el movimiento: el impresionismo. Nacido en París en 1840, dedicó su vida a la pintura y a horticultura. En 1845 la familia de Monet se mudó a Le Havre donde, en el ambiente costero, se enamoró de los paisajes y conoció a Eugène Boudin, pintor que lo introduce a la pintura al aire libre, técnica novedosa en aquel momento. Luego afirmará: A Boudin le debo el haber sido pintor. El término Impresionismo se vio por primera vez en 1874. Surgió como una ironía de un crítico de arte inspirada en la pintura de Monet Impresión, sol naciente. Otros representantes resaltables fueron Eduard Manet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir y Pisarro. El impresionismo se caracterizó por tratar de captar la espontaneidad del momento, el instante en el que el artista se encontraba frente al paisaje. Algunas veces, pintarían el mismo lugar varias veces, pues lo verdaderamente interesante eran las variaciones cromáticas que producen los distintos tipos de luz en un mismo espacio. No buscaban representar el paisaje, sino las sensaciones que este producía. Para esto, utilizaban el color; pues se alejaban de la idea de hacer una representación exacta de los objetos, eliminan los detalles de los objetos y plasman las formas a partir de sus colores. En su característica utilización del color, se puede ver la influencia del aporte a la teoría del color de Eugène Chevreul, la cual consiste en que, por la yuxtaposición de los colores, estos se modifican, lo que dos colores vistos desde la distancia, se funden en un solo tono nuevo. Estos colores eran puros, aplicados en el lienzo, no los mezclaban en la paleta. La pintura era aplicada con pequeñas pinceladas. Claude Monet viajó por toda Francia y también visitó variados lugares de Europa, de donde inspiró su extensa obra. Pintó pintorescos paisajes repletos de flores en Francia, los jardines de tulipanes holandeses, canales venecianos y paisajes nevados en Honfleur. Su último hogar fue Giverny, donde compró una casa que poseía una gran jardín donde pudo desarrollar su amor por la jardinería. El resultado: los jardines de Giverny que inspiraron algunas de sus obra más reconocidas Lirios en el agua, estanque de ninfeas y Puente japonés. Monet logró vivir más que algunos de sus colegas impresionistas y dedicó su vida entera a la pintura, en la que se mantuvo fiel al impresionismo hasta su deceso en 1926. Por Rashael A. Morales Gómez
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Septiembre 2020
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