Como sociedades influenciadas enormemente por los medios y las selectivas élites sociales arraigadas a través de una pobre Agenda Setting, repetimos cual loros una cantidad exacerbada de frases, definiciones, conceptos e inclusos opiniones sobre el acontecer noticioso del día a día.
Es así como en parte y sincerándonos un poco, desde el inicio de las grandes civilizaciones divididas en varios reinos durante la Edad Media que comienza una verdadera manipulación a partir de quienes poseen el poder casi absoluto de todo lo material y palpable. Tierras, bienes, haciendas, castillos, incluso, tú como persona, convirtiéndote en un siervo del señor feudal. No obstante, a pesar de que esto se remonte a una época un tanto desconocida para las mayorías y siendo enseñada desde un punto de vista muy renacentista rechazando los grandes avances de ésta, si realmente nos sentamos a analizar qué tanta diferencia existe entre los últimos años del medioevo y la sociedad actual en pleno Siglo XXI, podríamos llegar a una parcial verdad de que continuamos sumergidos en el mismo charco de manipulación masiva solo que con otros personajes, nuevas sociedades más contaminadas y, por supuesto, el factor hombre – masa.
Términos que desconocemos a pesar de que los repetimos en múltiples ocasiones y leemos insaciablemente en la prensa o cualquier otro medio. Como por ejemplo la famosa Opinión Pública… El autor Vincent Price toca de una manera extraordinaria el tema de la Opinión Pública como más que toda una aproximación a lo que realmente es en sí o debería llegar a hacer. Algo así como la también famosa democracia, estudiada por cientos y cientos de autores en todo el mundo pero que, al parecer, también termina quedándose en la teoría sin pasar a la práctica de una manera utópica como se es siempre descrita en los textos y academias, casi tanto como el comunismo de Marx… apunta a lo perfecto en la teoría hasta el punto de enamorar, pero, al traerlo a la realidad con los defectos de la humanidad, bueno… ya el resto se puede interpretar objetivamente. Entonces tenemos un acercamiento a lo que puede llegar a ser la Opinión Pública, la cual, según el autor, puede incluso tener una función como forma de presión social en donde una comunidad o sociedad determina alce su voz contra el acontecer sociopolítico del momento, donde realmente exista esta única voz ante lo que ocurre. Del pueblo y para el pueblo, dijo una vez Abraham Lincoln haciendo referencia pues a lo que el concepto apunta. No obstante, viviendo en sociedad que han sido siempre controladas por élites, poderes, pequeños grupos privilegiados, podríamos preguntarnos ¿qué tan pública entonces es la opinión? Asumiendo a partir de lo explicado con anterioridad que el pensar o esa opinión tiene una gran influencia por parte de las altas jerarquías sociales. O incluso, siendo un poco extremista, en una sociedad sin libertad, sumergida en dictaduras o gobiernos totalitarios que tienen bajo su control los medios de comunicación así como los sistemas educativos, ¿realmente esta sociedad opina o simplemente repite lo que opinó el de más arriba casi inconscientemente? Pareciera que a veces la democracia es el principio de su propia destrucción, citando un poco a Tocqueville. Vincent Price en su escrito trae a colación algunos problemas que por esto –y por otras razones- la opinión pública presenta en la praxis: La falta de competencia: este punto podemos resumirlo en el problema que una sociedad –masa- ignorante puede llegar a influir en la famosa Opinión Pública pues, el hombre es fuerte e inteligente pero la masa es tonta y débil. Un pueblo ignorante sin duda alguna no poseerá su propia opinión consignada a partir de la razón sino de la obediencia y adoctrinamiento. Falta de recursos: una mala educación sin duda alguna puede llegar a convertirse en el peor cáncer que un país puede vivir. Relacionándose mucho con el punto anterior, caemos en cuenta de que es realmente difícil poder llegarles a todas las personas en el desarrollo de esta opinión, haciendo una tarea cuesta arriba establecer algún criterio razonable compartido. La tiranía de la mayoría: ¿realmente la opinión de la mayoría es la correcta? Esto solo podría ser así si una sociedad está conformada por puros académicos, y, no obstante, esto también podría traer enormes problemas antiéticos al respecto, por lo tanto caemos en un tema relativo y sumamente debatible. Aquí se le hace una gran crítica directa a la democracia como el supuesto sistema perfecto ya que incentiva al debate y a esta famosa Opinión Pública. Sin embargo, tenemos que tener muy en cuenta que una opinión no implica que esta sea correcta pues puede variar en el tiempo, por lo tanto, no es un hecho sino una aproximación a serlo, es esa interpretación de una persona sobre algo. El problema de las mayorías es cuando éstas son realmente ignorantes, presas de su propio destino debajo de la bota del dictador, convirtiéndose así ellos mismos en una tiranía que constantemente escoge a través de la opinión la decisión incorrecta. Susceptibilidad a la persuasión: me tomo el atrevimiento de citar nuevamente otra frase que cité un poco más arriba: el hombre es fuerte e inteligente, pero la masa es tonta y débil. Sin duda alguna, esta frase va muy de la mano con todo lo que aquí estamos tocando. El hombre – masa es fácil de persuadir por un tema de apoyo y/o presión del grupo, incluso, es en esos momentos de euforia y pasión en donde el hombre es más propenso a ser manipulado. Dominio de las élites: aquí es donde podemos afirmar que la historia no se cuenta línea sino en espiral, tal cual como ciclos que se repiten en patrones de tiempo y espacio. Mismos errores, distintas sociedades con protagonistas diferentes. ¿Qué tanta diferencia hay de la Edad Media al Siglo XXI con la Opinión Pública? Las élites siguen siendo quienes influyen y casi son los protagonistas de cada hecho dentro de la cosa pública, esa cosa que al final termina no siendo tan pública. Manipulable, controlable, persuasible, todo bajo el control de una élite que, por mero destino casi maquiavélico, son grupos que no apuntan hacia el bien común. Tal y como dijo Sócrates en su momento, ese es el peor castigo de un intelectual, el gobierno del tirano por encima del perfecto justo.
Por: Alfonso Hernández
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