Sincronicidad: Las casualidades no existen

Sincronicidad: Las casualidades no existen

​En el transcurso de nuestras vidas hay ciertos sucesos que nos dejan anonadados. Ese tipo de eventos que cuando nos ocurren no podemos creer que fueron resultado de la pura casualidad. Normalmente, nuestra reacción coloquial ante tales vivencias es considerar que éstas se producen bajo los auspicios del destino, pues no visualizamos con claridad cómo algo que estábamos pensando o anhelando pueda manifestarse de las formas más inesperadas.

Sin embargo, cabe que nos preguntemos si es posible que haya un principio oculto detrás de ese tipo de acontecimientos. Una especie de ley que esté a medio camino entre la rigidez de la causalidad y lo elusivo de la casualidad. Esta hipótesis existe y se le ha denominado contemporáneamente sincronicidad.

La idea de la sincronicidad se ha manifestado a través de los siglos en una variedad de doctrinas, especialmente en aquellas que sostienen que hay una unidad fundamental entre todas las cosas existentes , como el unus mundus (una sola realidad de donde todo proviene y todo regresa), la teoría de la correspondencia, la simpatía natural entre todas las cosas, el concepto chino del Tao, entre otras. Pero quien acuñó la palabra y la conceptualizó fue el famoso psicoanalista Carl Gustav Jung, que a su vez le dedicó un estudio completo en su ensayo llamado Sincronicidad como Principio de Conexiones Acausales.

En tal ensayo podemos encontrar que la sincronicidad, en su forma más sencilla, es lo que llamaríamos una coincidencia significativa. Tal coincidencia es aquella que, sin haber relación causal de por medio, se conforma por la simultaneidad de dos sucesos cuyo significado es igual o semejante. Por ejemplo, imaginémonos esas instancias en que se está pensando en una persona y de repente, sin haber sido llamada, ésta se presenta; o la aparición espontánea en el mundo físico de un color, número o concepto que se ha tenido en la cabeza.

Siguiendo la argumentación de Jung, la sincronicidad consiste en:

  1. Una imagen inconsciente que entra dentro de la consciencia, sea de forma directa o indirecta. La misma puede ser un sueño, anhelo, idea o premonición.
  2. Una situación objetiva o material coincide con la referida imagen.

Ahora bien, es necesario enfatizar que para Jung la sincronicidad no es una casualidad que uno le proyecta contenido, por cuanto lo que llamamos azar no es más que un efecto cuya causa está oculta. Para el connotado psiquiatra la sincronicidad representa una conexión atípica, una unión que no se configura bajo la ley de la causa y el efecto.

Lo que él planteó es que el fenómeno que hemos comentado no está atado a una causa directa, sino a un significado transcendente que nos sobrepasa o, lo que es decir, que existe también fuera de nuestras consciencias. De seguir esta argumentación, la sincronicidad fuese la manifestación misma de una realidad mayor, de sucesos (tanto psíquicos como materiales) que están, por razones que no nos son claras, destinados a toparse en nuestro camino.

El concepto de la sincronicidad puede encontrarse, por obvias razones, con mucho escepticismo. El mismo sigue revistiendo una enorme complejidad e implica aspectos de la existencia que todavía no conocemos. Incluso así, Jung fue profético cuando declaró que su descubrimiento no sería validado por otros psicólogos, pero sí por los científicos.

En la actualidad, el campo de la física cuántica nos está abriendo los ojos a posibilidades que alguna vez fueron inconcebibles, empezando por el propio amigo de Jung, Wolfgang Ernst Pauli, físico, premio nobel de la física y pionero de la física cuántica; que planteó que la sincronicidad, en términos de la física, era una relación inconstante por contingencia (que puede o no pasar) que se desenvuelve entre la energía indestructible y el espacio-tiempo continuo.

El explorar la posibilidad de sucesos sincronísticos en nuestras vidas implica potencialmente reconocer ámbitos de la realidad que antes nos estaban vedados. Inclusive, el reconocimiento de los mismos puede llevarnos a una mayor comprensión de los misterios que rodean a ese fenómeno único que llamamos nuestras vidas. Seamos abiertos. Busquemos la apertura de nuestras consciencias, porque, como dijo alguna vez Jung, la sincronicidad es una realidad siempre presente para aquellos que tienen los ojos para ver.

Por: Juan Carlos Rubio Vizcarrondo
@jrvizca

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